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Grito.

Grito.

jueves, 10 de abril de 2014

El problema de la tolerancia y la maldita pereza mental.

Una persona del común, uno de los de 'a pie' suele pensar que si respeta la posición del otro está obrando como un buen samaritano.

Me es en cierta medida difícil comprender a las personas cuando hablan y cuando demuestran sus relaciones sociales. Y aunque me considero una persona bastante introvertida, debo admitir que la mayoría de las veces esto sucede por culpa de los mismos emisores. ¿Qué tan difícil ha de ser, como mínimo conocer los significados de las palabras que usamos? Al menos, digo yo, deberíamos manejar lo que solemos conocer como 'nuestro léxico'.

¡La maldita pereza mental les gana a los desgraciados!

¿Cómo comprender a una persona que no sabe diferenciar el adjetivo del sustantivo, ni los tipos de adjetivos que puede usar, y además dice cosas como 'la calor'? Es cuestión de simple interés por la estética. Pero no los culpo a todos, solo culpo a los ineptos que tienen los medios pero no la motivación. Plagas, parásitos sociales. ¡Que se jodan!

Y luego de esta introducción, canalizadora de la roja rabieta, me doy el gusto de tocar el real tema que me interesa. ¿Qué es eso de tolerancia? En muchos casos, contextos y ciertos sentidos: una idiotez.

Nos han enseñado constantemente, en la escuela, la casa, el grupo de amigos, la televisión, el periódico, la radio, y ahora la Internet, que los seres humanos debemos ser tolerantes, que porque todos somos diferentes, o porque cualquiera puede pensar lo que se le dé la gana. Y en algunos aspectos tienen razón. La cuestión es cuando se lleva este asunto de la tolerancia al campo de las creencias, y hablo de todo tipo de creencias. Desde las más ridículas a las más aterrizadas.

Si. Es un problema. Uno grave. Porque lo que no nos cuentan detrás de la mayoría de esos escenarios es que la tolerancia tiene un componente secreto, o al menos poco visible, explícitamente hablando. La tolerancia y su aplicación conllevan un grado de aceptación y verificación de las cosas que se toleran, es decir, que cuando una persona, sea XX o XY, dice tolerar algo, le da cierto grado de verdad a ese algo. Una maraña tonta, cíclica y bastante engañosa para ser sincero. Detrás de este concepto se esconde la validación de muchos argumentos. Si eres una persona un tanto perceptiva entenderás que, la sociedad civil, te impulsa a darle cierto tono de verdad a cuestiones que muchas veces no lo son. Y en este punto quiero renunciar a una de mis tradiciones mentales, y es la del dudar filosófico sobre lo verídico y el significado de una palabra. Olvidemos por un momento preguntarnos ¿Qué es la verdad? -tema de otro escrito, ciertamente-.

Así pues, resulta y acontece que entonces debemos respetar las barrabasadas que dice cualquier tipejo por ahí, tan solo porque las dice. Una idea ridícula, pero presente. ¡Nos están diciendo que debemos creer ciegamente! Como sucede en cualquier religión... Les repito: ¡Que se jodan!

De ese amarrado y renegado argumento parte la insulsa idea de que debemos tolerar las religiones y sus respectivas mitologías, unas más creativas y magnificadoras de la imaginación del hombre, otras más monoteístas. Y es insulsa porque cuando decides poner en tela de juicio esa o aquella creencia religiosa te salen con el vacío cuento de que ''debemos respetar'' lo que piensan los otros. Me imagino que el más claro ejemplo de esto es la manera tolerante y pasiva con la cual la Iglesia Católica ha respetado durante tantos siglos los avances y descubrimientos científicos, que claramente contradicen sus creencias, y las desmienten. Los toleraron a punta de fuego y torturas.

Yo les digo ¡No! Las creencias no se toleran, se tolera a las personas, se tolera su elección de vida, pero las creencias son cuestionables, pueden ser corregibles y criticables.

¡Y por eso no tolero, ni respeto creencia alguna!

Tolero y respeto a los niños, a las mujeres, a los hombres, a los perros, gatos, conejos, caballos, y cuanto ser vivo exista.

Con ese cuento barato nos han metido hasta lo más hondo del estómago la idea de que las religiones son inamovibles, que nada puede juzgarlas porque sería una falta a la libertad de culto. ¡Patrañas!

Antes de hablar, por favor, tómense la molestia de pensar lo que dirán. No somos muchos los que en realidad escuchamos con toda atención, pero los que lo hacemos lo pedimos, por mero respeto a nuestro oído.